Será porque soy más simple que el mecanismo de un chupete, pero no logro disociar lo que pasó en la noche del 18 de junio en el gran estadio de fútbol de Maracana, allá en Brasil, con la situación general, mala, en que está España, y la proclamación de Felipe VI como nuevo Rey. Tras escuchar el discurso del monarca, sigo igual de dubitativo que al ver mis ojos, por última vez, la imagen de la Selección como la gran campeona que fue antaño. Todo tiene que ver a la hora de consensuar también que este país tiene un gran trabajo por delante, especialmente de cambios, para que sobre todo la juventud encuentre el hueco que merece dentro de una nación que ahora no da oportunidades a sus ciudadanos. Esos jóvenes, se lo adelanto, se lo confirmo y subrayo, están especialmente apáticos y distanciados de todo lo que se lleva a cabo actualmente en España, y mira que los medios de comunicación, todos a una, vinculan su mensaje único de unidad y fortaleza al futuro del país. Discursos y las palabras que contienen son necesarios y hay que situarlos en su justo contexto, como dice alguien que luego se desmiente asimismo. Los hechos. Son los hechos los que van a marcar todo a partir de ahora en el futuro político, social y económico que aún tenemos por vivir.
Todos, del Rey para abajo, dependemos del respaldo de la calle a cuantas labores e iniciativas llevemos a efecto. Hay seis millones de compatriotas en paro, un montón de desahuciados, y un mayor número si cabe de contribuyentes cabreados por decisiones, ajustes, estafas bancarias, nóminas escuálidas, y el futuro negro que ven especialmente en los que viven en su casa sin pegar bola, como son los hijos. Marcharse de España para cualquier cosa que se quiera emprender cala también mal, como no podía ser de otra manera. El resto de Europa puede ser una extensión cercana de España si hay visión y posibilidades, pero no es así. Europa es más bien un obstáculo hoy en día ante el porvenir. El 19 de junio de 2014 es ya una fecha histórica en la vida de España. Que cale este día y la imagen de una nueva monarquía va a depender de cambios decididos que hay que acometer para que los ciudadanos, especialmente los jóvenes de hoy, se reconcilien con sus instituciones, empezando por la Unión Europea. Va a ser un camino empedrado, nada fácil de andar.