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Crecimiento personal en punto muerto

Nunca me resignaré a esta normalidad de que un joven español de 20 años esté en punto muerto en su crecimiento personal y profesional, porque lo mismo encuentra trabajo dentro de diez años que nunca, y lo mismo tiene la suerte de encontrarlo aquí que en Mongolia, de cuidador de cabras. Me sigue pareciendo canalla y repungnante que les ofrezcamos pases televisados continuos de cómo se trabaja y vive en Suecia, Alemania, Suiza y otros países menos conocidos, para que luego sea todo una puta mentira. La paciencia es un lujo que no te puedes permitir cuando tienes edad para comerte el mundo. Si la cadena que es la escuela, las ideas, aprender a vivir en sociedad y las oportunidades, se rompe por el trabajo, esa cadena, más que frágil, es una porquería. Echando pestes no se sugestiona el estado pesimista de nuestros jóvenes, pero tampoco puedo hacer oídos sordos a lo que cuesta hoy subirse a cualquier carro. Si quieres despistar a la gente de una preocupación concreta, saca otros asuntos baladíes, pero que gustan a los paisanos, y como resultados tendrás pasotismo. La fuerza arrolladora que da la juventud en todo, pensar y tener ganas de volar por tu cuenta especialmente, no da tregua a que se hable de cómo vacacionan los toreros en Semana Santa, en vez de dar noticias sobre el empleo. Estamos maltratando a nuestros cachorros de una forma brutal y asquerosa.

La prisas pues en salir para adelante son lógicas y normales, aunque en este bendito país cada día es un alucine lo que puede ser noticia. Palpo por desgracia que va regresando a su sitio natural lo de creernos más que nadie, salvo porque cuando lo escuchan los desocupados flipan en colores. Debiera de prohibirse tirar cuetes en verano, hasta que todo aquel que lo reclama  obtenga un puesto de trabajo. Alguien que ha tenido este sueño y lo ha hecho realidad, debe entender mejor que nadie que los que vienen detrás quieran lo mismo. Lo que sucede es que damos esquinazo al tema, y se hace a todos los niveles, desde los gubernamentales a los empresariales, como cansados de que la gran lista de parados no baje de una vez por todas en condiciones. Entre la escasez de soluciones, obviar el asunto es la peor opción. Es como asumir un imposible, que no hay reparación posible, y que el crecimiento individual de muchas personas con derecho a progresar ni está ni se le espera.

 

 

 

 

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