Europa ya no tiene nada mejor, si exceptuamos que el fútbol mueve masas y por lo tanto la Champions League es su motor. Pero en todo lo demás, trabajo, solidaridad, ayudas, acogida, unión, jóvenes, tercera edad, educación, sanidad o planes de futuro, desgraciadamente, va a menos. Apostar por los recortes en todo, no es apostar por Europa. Francia se acaba de sumar a este tren de color negro azabache. Se vuelve a repetir así la historia antes iniciada por Irlanda, España, Portugal, Italia, Inglaterra y Grecia de que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Igualmente se repite la pregunta a cerca ¿quién o quiénes han vivido por encima de sus posibilidades? Respuesta: bancos, constructoras, especuladores, financieras, aseguradoras, administraciones y personas con nombre y apellidos concretos, han sido y son los vividores que han provocado el gran socavón que es esta crisis que no acaba. Lo del país vecino es muy mala señal. Demuestra de una lado que en Europa cada uno afronta su propio destino. Añade la incertidumbre de cómo se va a estar saliendo de la crisis en el sur, con nosotros en el más sur, si una nación como Francia pega un recorte de 50.000 millones de euros, que se dicen pronto. Ser europeo hasta el tuétano, no significa criticar con dureza la actual esencia y discurrir de la política y las instituciones europeas. Este tren europeo tira de miles de vagones y, por lo tanto, no avanza nada, porque no puede.
Urgen los cambios, que luego se harán también visibles en cada uno de los países socios. Si algo hemos podido comprobar en estos años de crisis es que en Bruselas están a muchas cosas importantes, pero se distraen en otras insignificantes frente al paro y la desolación personal. ¿Dónde quedó aquello de que Europa somos todos y cada ciudadano tiene su voz y su importancia? Por eso digo que se ha perdido la esencia de aquellos primeros europeistas, de sus sueños y aspiraciones, empezando siempre por la paz entre todos los países del viejo continente y, para ello, lo mejor, estar unidos bajo un mismo paraguas político económico, social, cultural y exterior. Pincha lo que he dicho, pero lo que más me duele son los jóvenes españoles, franceses, griegos, portugueses, alemanes y demás. Les estamos alejando a la fuerza de sus raíces. Para ellos, Europa no es un trabajo más de clase. Va más allá, porque lo sienten como parte
de su existencia. Los mayores, sobre todo la política en Bruselas, no se lo está poniendo nada fácil. De ahí que cada vez son más los que se cuestionan todo. Lo que aprendieron de los desastres cometidos en el pasado por su vieja Europa, ya no es dique alguno de contención hacia actitudes intolerantes. Porque ellos están creciendo en el recorte, recorte y más recorte. ¡Dramático!