Llamarle banco de alimentos a un almacén donde se apila una gran cantidad de comida proveniente de la solidaridad empresarial o ciudadana, no me parece una expresión demasiado acertada. El término banco está hoy por hoy emparejado a expresiones tóxicas como rescate europeo, preferentes, desahucios, ausencia de créditos, altos intereses o sentencias judiciales contrarias a lo que han sido malas prácticas. Pero, en fin, ya que se denomina así, no voy a tener más remedio que hablar de los bancos de alimentos según lo que suponen en la actualidad. Como cuando acudes a un albergue porque no tienes dónde dormir, un banco de alimentos es uno de los últimos auxilios para echarse a la boca algo de comer y, lo más sangrante, para niños que conviven con pobreza visible se metan a la cama, al menos, habiendo tomado un vaso de leche con galletas que engañen el rugir de estómagos. Tener hambre es el peor rayo con el que te fulmina la crisis. Empiezas por el paro, se acaba la prestación, dices adiós al techo que te cobija y el paso siguiente, en muchos casos, es la búsqueda segura de un plato de comida caliente. Que en un país de millones de habitantes, haya un par de ellos en situación de pobreza extrema, no habla bien ni de brotes verdes, ni de salidas de túneles, ni de leches en vinagre.
Los medios de comunicación más potentes han contado muchos casos, pero como que se espera más de ellos para con esta grave situación de penurias de mayores, medianos y menores. Es al menos una percepción hacia esta hambre colateral a la eliminación de ayudas sociales, que parece que ahora vuelven lentamente porque de donde no hay, no se puede sacar nada. Los bancos de alimentos deberían tener una provisión directa de todo lo incautado a corruptos, evasores de capitales, y delincuentes juzgados que antes se pusieron una indemnización o retiro millonario con el dinero de los demás. El mejor banco de alimentos es aquel del que no se habla mucho, por supuesto que es necesario, pero no sustituye a la mejor noticia de que se ha encontrado un trabajo que te puede sustentar. Junto a la satisfacción de entregar comida rica y variada, toda la gente que viene tirando de este carro de la solidaridad, son como bengalas que arrojan luz a un mundo tan roto y ensombrecido por la avaricia más depravada.