Al acabar la Segunda Guerra Mundial, americanos, rusos e ingleses, se cobraron los gastos del conflicto de muchas maneras, pero una de las formas elegidas fue dar cobijo y sueldo en su territorio a todos los ingenieros alemanes. Las grandes potencias intuían ya a esas alturas de la historia que el mantenimiento de su influencia vendría dado por el alumbramiento de nuevas ideas que tomaran forma de armas, puentes, rascacielos, barcos, aviones, submarinos, con la mirada puesta especialmente en la conquista del espacio. No sólo se trataba de ingenieros, porque tampoco despreciaron científicos, médicos, artistas, arquitectos, diseñadores y licenciados y creadores de todo tipo que pudieran aportar sus ganas, su curiosidad por hacer, y a cambio no les faltaría el apoyo del estado y las empresas. Europa se quedó muy atrás por la guerra, la crisis consiguiente, y principalmente porque perdió a su gente más preparada que emigró en busca de lo que el viejo continente no les daba. Americanos, rusos e ingleses se repartieron su influencia política y sobre todo económica en Europa, y España pasó a depender directamente de Estados Unidos.
Hasta aquí, la historia setenta y tantos años atrás, que lo que viene a demostrar es que no hemos aprendido demasiado. Cuando llegó 2007 volvimos a las andadas, aunque en este caso se llamó crisis profunda. En un periodo que muchos cerebrines califican como irrecuperable, hemos perdido a la promoción de españoles mejor preparada nunca antes. Se han ido obligados, no por ganas. Aquí nadie les daba trabajo. Y el que hay es difícil de calificar por la paga y condiciones laborales. Las deudas de España con los españoles no sólo son económicas. Siempre estamos a cuestas con las reconciliaciones, y de repente he comprendido que no es extraño pensarlo. Tenemos que hacer regresar en buenas condiciones a todos nuestros ingenieros. Les he elegido a ellos, pero abarco a todos los demás, que no son pocos. Se han ido los mejores, y hay que devolverles a su entorno natural. De hecho, añoran tanto España que no paran de contarlo en Redes Sociales, Instagram y Youbube. No le echan la culpa al empedrado, sino al Gobierno. De los muchos planes que nos quedan por llevar a cabo, más nos vale crear uno bien grande para que todos y cada uno de los que se han marchado en estos últimos años, si así lo desean, vuelvan a casa con los suyos. Sus familias les necesitan y el país más.