No hay derecho a soportar una gran crisis con los precios de las energías despendolados. Los de la luz, el agua, el gas y el teléfono se han puesto las botas durante estos años negros. Es como los casos de esas personas mayores a los que de repente les llegaba un recibo de la luz de 800 o 900 euros. Nunca antes se habían visto en otra semejante. O no tenían dinero, o no contaban con información, o no sentían fuerzas físicas para ir a la oficina del pago de la luz a preguntar el por qué. La respuesta y la miles de quejas se quedaron en el tiempo: “es que hemos hecho una revisión de los contadores, que nunca antes se había llevado a cabo, y el resultado ha sido este”. ¡La madre que nos parió! Luego decimos que somos demasiado exigentes con nuestro país, pero, utilizando el símil energético de a todas luces, somos un chollo porque nunca hacemos nada de nada.
En Suiza muchos de los servicios que utiliza un portal de viviendas son comunitarios. Quien no los usa adecuadamente, termina por recibir un toque. Si reincide, una denuncia. Nuestro déficit democrático viene por aquí: dejamos hacer. También está lo del embudo ancho para mí y estrecho para los demás, ¡no vayan a creer! Nos pasa luego lo que nos pasa, que se nos va la fuerza por la boca, y nada más.
Dentro de España, no en todos los lugares se es igual. Uno que la ha dado la vuelta entera varias veces, ha tenido la ocasión de comprobar que la reivindicación va por zonas. Pasar un frío que pela este invierno porque no se pone la calefacción por temor a la factura que te llegue después, no
tiene nombre. No me da igual lo que se haga en Andalucía o Cataluña al mirar por los que no pueden pagar la luz, el agua y el gas. Pienso concretamente que nadie debiera verse en estas circunstancia porque, lejos de país desarrollado, ni siquiera entiendo que nos llamemos país. Nuestros mayores han tenido y tienen la sensación en los inviernos de esta crisis que ha vuelto su propia posguerra. Lo que es esto, no tienen ganas de contarlo a los demás. ¿Para qué? Se ve y se nota claramente que ganando 800 euros al mes, no te puedes gastar 400 en pagar la puta calefacción. El sentir gélido se hace así fuerte dentro de uno, apretando bien los dientes para no soltar más exabruptos de los acostumbrados