Si fuera verdad que somos un país con claro sentido cultural, no existiría debate sobre si es más o menos lo que nos esforzamos en que las artes sean una referencia de nuestro país fuera de nuestras fronteras. Antes hay que sentirlo en primera persona, y fue bueno en su día llevar a la escuela los sonidos de la música, las sensaciones de ver un cuadro o una escultura, y dar rienda suelta a la creatividad de los alumnos a ver por dónde sale el arte de cada uno. El transcurrir del tiempo está abierto a que nazca un nuevo Falla, Dalí, Miró, Chillida o Antonio Gades. No va a ser todo las carreras de coches y motos, si antes no te ha llevado la inclinación natural a desear que los 345 días del año haya fútbol por televisión. Por eso hay que empujar para adelante cualquier hecho que tenga una connotación cultural. Siendo una idea inicial tan cruel, hasta queda en pie una parte del Muro de Berlín porque en sus paredes se rotularon pinturas y expresiones como grito a la libertad. Un país no crece bien sin cultura. Es consustancial que los países más pobres de la tierra, apenas cuentan con museos, porque si ven una manzana es antes para saciar el hambre que decidir pintar con ella un bodegón.
Aquí pasa que se nos llena la boca con la cultura. Cuando la hemos tenido de sobra, exigíamos más y más desde el sofá de casa en vez de hacerlo sentado en una butaca de espectador aplaudiendo una obra de teatro. Los cines cierran de cinco en cinco, y el IVA cultural es toda una putada para sacar una entrada de cine. La cultura está en el bosque del lobo, y lo apostamos todo a la queja dentro del grupo de amigos que no vale para nada. Cualquier tipo de depresión económica o social nunca matará en cambio el amor por escribir, filmar un corto, hacer una fotografía o hacer maravillas con un lápiz o pincel en la mano. Sí me preocupan los analfabetos digitales. Cuando alguien expresa sin más que no ha leído jamás un libro, no se trata de buscar tres pies al gato con su mula preparación, sino de arreglar lo que es a todas luces un gran vacío de una sociedad que no conozca a Cervantes, Baroja, Unamuno. Borges o Gabriel García Márquez. Vivir sin cultura gana terreno por diversos motivos, pero el peor de todos es creer que brota de los árboles sin luchar por recibirla, crearla y difundirla como la gran riqueza irrenunciable que es.