Poner un anuncio para buscar un repartidor que, obligatoriamente, debe tener carrera y hablar dos idiomas (el inglés fundamental), con un sueldo de 300 euros al mes, es de piojosos canallas. La crisis y el consiguiente paro ya son de por sí suficientemente ofensivos, como para que surjan situaciones vergonzosas, de verdadero aprovechamiento laboral, cada vez más cercano a lo que ocurre en países tercermundistas. Ser ingeniero y cobrar ochocientos euros limpios al mes es igualmente bastardo. Lo que pone de manifiesto es que vamos en caída libre, maltratados por el chantaje de que tener trabajo ya es de por sí el premio. No es sólo teoría el hecho de que únicamente los mejores y los que más trabajen podrán llegar a tener un sueldo un poco más digno de los 800. Descuentas alquiler o hipoteca, agua, luz, teléfono, comida, transporte, gasolina (está de cara como el caviar) y otros gastos usuales, y ya te puedes quedar en casa o dar simplemente un paseo para disfrutar de la ciudad o de sus escaparates de ver y no entrar. Sabía que cargarse la sociedad del bienestar iba a llevar consigo esta depreciación de los sueldos y de las oportunidades laborales, que no de los precios y gastos comunes.
Los sinvergüenzas se aprovechan del mal momento y de las penurias ajenas. Trabajar a destajo por poco más de trescientos euros al mes es ya una realidad, porque existen situaciones personales tan lamentables y dolorosas que no permiten elegir. Esto lo saben bien los hijos de su madre que contratan por nada, y que juegan con un trabajo por horas, por días o por una semana. Siempre habrá alguien que diga: ¡menos da una piedra! Si no sabemos dejar a las generaciones nuevas un panorama mejor, es que estamos fallando estrepitosamente en las condiciones que ponemos a vivir decentemente. Vivir mal no debería ser una opción, aunque lo es. Hay jóvenes que sacan ingenio más allá del currículum para encontrar su empleo. Está muy bien y dice mucho de la savia nueva que hay en la base de este país. Si por contra se les paga con miserias y se les mete en un sálvese quien pueda, donde sólo los mejores podrán subsistir y cobrar para que les de para comer fuera de casa un domingo al mes, vamos de culo. De hecho, vamos de culo.