Pasear una ciudad en bicicleta es algo realmente digno de hacer. Los puntos de bicis urbanas facilitan ir de un lado para otro, y lo mismo te permite hacer un recado que pedalear acompañado para disfrutar más del momento. El carril bici de Santander ha pegado un buen tajazo a determinadas aceras levantadas en los mejores entornos de la ciudad, y el tiempo viene demostrando que se hizo bien, aunque reconozco que al principio lo veía con escepticismo. Un mal comportamiento o dos fuera de lugar al ir por el carril bici, sé que no bastan para denunciar que se corre demasiado por parte de ciclistas concretos que van de profesionales. Aunque ocurre. Es tal el despegue que ha tomado su uso, que las bicicletas ya no son sólo para el verano, sino que es precisamente en este periodo estival cuando más precauciones hay que tomar por la gran afluencia de ciudadanos y visitantes a nuestras playas. En paralelo a los arenales se levantan muchos de los carriles bicis, y hay que ir con cuatro ojos por parte de los paseantes y especialmente por el lado de los ciclistas.
No es que haya que hacer urbanidad de todo, pero en este tema vale la pena. No hay que rodar fuerte en toda la distancia de los carriles, porque no están hechos ni para entrenamientos, ni para competiciones o carreras individuales. Está bien recordarlo, porque algunos no entienden de convivencias, y les da igual agosto, que diciembre o marzo para ir a sus anchas en la bici, el patinete, los patines y lo que se tercie con ruedas. En cierta ocasión me echó del carril bici un atapuerca con cara de velocidad, y encima me gritó que yo era más lento que el caballo del malo que sale en las películas del oeste. Para ir bien por los carriles bicis no hace falta ningún manual. Es el buen uso de la mayoría el que se debe imponer al de esta minoría con exceso de competencia en lo que practica, y que no sabe subirse a una bici con el sólo afán de divertirse o hacer deporte. Porque un verano con paseantes y bicicletas en armonía, no cabe duda de que es el mejor verano posible.