Reconozco que me he llevado una grata sorpresa por el acuerdo entre los dos grandes partidos españoles, para ir de la mano a discutir en Europa lo mejor y más conveniente para España. Reconozco también que no me ha extrañado nada que se apeen de este pacto otros pequeños partidos, aunque luego digan que han sido las malas formas de convocarles y darles explicaciones lo que les ha llevado a no firmar un documento común, que este sí que dice mucho de la marca España. Por más que se hable de la crisis, no consuela a parados ni tampoco a las familias que las están pasando canutas, muchas ya sin nada. Los más afectados, lo que quieren apreciar es unidad de criterios entre todos para ir en una misma dirección, que de los puñeteros brotes verdes de una vez por todas. Queremos que se cree trabajo, que baje el paro, que los recortes sean menores y el mismo deseo expreso hacia los impuestos.

 Pero con el respeto a las identidades de los pueblos (vascos y catalanes ante todo), España es diferente. Vamos por libre, y aún es el día que no me explico cómo fuimos capaces de hacer las Olimpiadas de Barcelona o la Expo de Sevilla. Compartimos poco y competimos por casi todo. Sin ir más lejos, los telediarios están a diario llenos de noticias al respecto. Ya no queda ni unidad en torno a la Casa Real, y la Selección de Fútbol es el mejor baluarte que tenemos para presentarnos en el exterior, ganando más que perdiendo, eso sí. Y no es lo mismo que todo un pueblo le replique a la Merkel a la cara, a que lo haga un gobierno en solitario que, podrá gustar más o menos, pero representa a todos, y es mejor que vaya con avales que no con hipotecas. El respeto, ¡no, mejor dicho!, el gran respeto internacional, se gana así. La marca España debe ir unida a decisiones donde todos nos mojemos. De lo contrario, no dejara de ser una frase que queda bien para la galería, pero que no vale mucho cuando te sientas en alguna cumbre decisiva donde nuestro país se la juega.