La reforma laboral es la asesina del pequeño comercio. Es la culpable de la sentencia de cierre de las muchas tiendas que ya han cerrado, y las que están pendientes de echar la persiana para siempre. Esta reforma, ha espantado de tal forma a la clientela, que un día entero de trabajo tras un mostrador puede dar una recaudación lo mismo cero euros que tres como máximo. Más que el propio dinero, la confianza es un valor tremendamente valioso como para recibir los varapalos que ha tenido que recibir en este país. ¿Qué te quedas en paro?, dejas de gastar. ¿Qué bajan todos los sueldos?, te dejas de compras que consideras superfluas. ¿Qué te quitan la paga extra? Adiós a comidas, salidas, ropa, viajes, Navidades, Reyes, y lo que haga falta. El crecimiento combinado con todo tipo de austeridades es una mera ilusión. ¡A ver cómo le quitas ya el miedo en el cuerpo al que se ha acostumbrado a quedarse en casa para no tener que gastar ni cinco céntimos! Este es el balance de la reforma laboral: el de la calle.
Esta semana me decía el dueño de un bar que, por escasear, además de los clientes, ya no se ven como antes los billetes de cincuenta euros. Monedas, billetes de cinco, de diez y de veinte, los que quieras, pero de cincuenta para arriba, parece que han emigrado como tantos españoles que han hecho la maleta para hacer las alemanias, como en los años sesenta tantos españoles que cruzaban Los Pirineos con una mano delante y otra detrás. Algunos de aquellos, han perdido hoy todo su dinero en España, porque se lo han choriceado bancos y cajas con las Preferentes. No les dan solución, porque siempre ha habido clases, y el ladrón de guante blanco no paga con cárcel lo mismo que el de guante y capucha negras. ¡Es lo que hay!, pero no por ello hay que cruzarse de brazos. Que los desahuciados sigan a políticos y les coreen ciertas frases, ha levantado todo tipo de críticas en su contra. Yo digo que hay que entender a todas las partes, pero sobre todo a la que pierde el trabajo, la casa, y no tiene siquiera comida que comprar para dar a sus hambrientos hijos. Más claro, no lo puedo decir.