Lo tengo muy claro: la corrupción se acaba con la rápida cárcel a los corruptos, sin fianza que valga. Que no me hablen de legislaciones, que, cuando aquí se quiere, bien que se cambian de un día para otro las cosas. Me da igual que se llame regeneración o leyes de transparencia a la hora de gobernar y demostrar cómo se comporta el poder de cara a la ciudadanía, la que paga. Pero uno no puede entrar en política con una mano delante y otra detrás, y salir con un ático de quinientos metros cuadrados en Punta Umbría. Si hay verdadera intención, se puede dar jaque mate a la corrupción, ¡ya!
Aunque ya no me fío. Y por eso es absolutamente necesaria la mediación y la exigencia contra la corrupción de los medios de comunicación, y del constante compromiso y llamadas desde la movilización de la calle a eliminar todo tipo de sospecha contra el uso de fondos públicos, comisiones, contratos y demás. ¡Ojo!, que no todo es la administración. En papeles y sobres aparecen también nombres de empresarios que no dan tan elevadas sumas de euros a cambio de nada. ¡No, no!. Lejos de su generosidad, esperan algo a cambio. Pues manos a la obra. A modernizar nuestra ya vieja democracia y ponerla a la altura del malísimo momento actual, donde sólo se le exige esfuerzo a los ciudadanos, y los que nos gobiernan no saben si mirar para otro lado, para arriba o para abajo. A los problemas, sobre todo los que encorajinan tanto a la población, hay que mirarlos de frente, y darles matarile. Darles jaque mate.