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LA CORRUPCIÓN ENMIERDA TODO

Rotundamente, sí: la corrupción lo enmierda todo. Es como colocar potentes cargas de dinamita en los cimientos de las democracias, porque lleva al desarraigo total de los ciudadanos a la hora de creer en algo realmente honrado. Desde luego, el poder, los llamados estados y sus principales instituciones de gobierno, no se salvan del descrédito total y en cada nueva convocatoria de elecciones, la abstención – que es como decir “¡que os den!”- se erige en protagonista de la cita de voto. Luego ya sabemos que cada uno de los partidos declara que ha ganado, nadie parece haber perdido votos y escaños, y a seguir otros cuatro años con las mismas noticias que provienen de la política, muchas de ellas señalando con el dedo acusador a la corrupción generalizada.

Las últimas noticias acaecidas en España sobre presunta corrupción han caído en nuestra sociedad (rota, en crisis, desanimada, sin un euro) como un auténtico tsunami. Que si áticos en Marbella de dudosa compra y carísimos de pagar por un político; que si aparecen en Suiza 22 millones de euros de un antiguo ex tesorero de partido; que si la privatización de servicios sanitarios tiene que ver con un antiguo consejero de sanidad que se hace con ellos, o la contratación de políticos por empresas privadas cuando han llevado toda una eternidad en política, y el futuro en la relación con la administración da que pensar sobre tráfico de influencias. Todo esto sin olvidar la investigación judicial en curso de un yerno del Rey, porque sería mucho olvidar. España necesita una regeneración política como el comer, hecha de arriba a abajo y de abajo a arriba. Cada vez que surge un nuevo escándalo de corrupción es lo mismo: mirar hacia otro lado, y esperar a que escampe en la idea de que los españoles somos conformistas, no protestamos ni nos movilizamos por nada. ¡Hasta hoy! Porque el hartazgo general y el desapego hacia la política terminará por reventar más temprano que tarde.

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