Las palabras son como las ideas, tienen su momento, y muy pocas llegan a consolidarse como históricamente decisivas. Cuando el presidente Kennedy dijo aquello de no preguntarse lo que tu país podía hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por él, estaba muy razonado para el momento en que toca reconstruir un país. La Norteamérica de aquellos momentos que había dejado atrás dos grandes guerras, necesitaba de estímulos como el que sacó a colación aquel presidente, pero no tiene por qué valer lo mismo para otros tiempos y otras necesidades. Atravesados los últimos cinco años de penuria ida a más, el 2013 va a ser para los españoles el año en que más deseos de cambios a mejor vamos a tener. Me voy a referir a los que considero esenciales de cumplir.
Primero. Trabajo para los desempleados y para los jóvenes. Las palabras, como las de Kennedy, no sirven para más de cinco millones de conciudadanos que están desesperados en busca de un empleo, y aseguro también que impulsar el emprendimiento para que monten su propio negocio es sólo una pata de la mesa, porque el Estado, con el impulso del desarrollo en general, debe ser siempre el gran motor de un país. Cuando generas obras, creas expectativas. Cuando impulsas polígonos industriales e infraestructuras, alimentas a emprendedores y a personas que pueden terminar empleando para sus proyectos.
Dos. Anunciar el fin de los recortes. Especialmente la sanidad, pero también la educación, y las pensiones, son palabras mayores para los españoles. El temor se ha hecho fuerte dentro de nosotros por los muchos recortes habidos y no explicados con la suficiente habilidad para ser entendidos. Si a un trabajador le dices que suprimes su paga de Navidad porque ese recurso va a ir destinado al pago de prestaciones para desempleados de larga duración, lo entiende mucho que mejor que si lo suprimes de un tajazo, sin mediar más. No es positivo tampoco anunciar que por el 2013 va a empezare a entrar la luz, y al tiempo que va a ser peor que el año pasado. ¿A qué o a quién creer?
Tres. Regeneración social. Igualmente anhelado a cuestiones enumeradas ya, queremos ver que quien la hace, la paga, y no sale de rositas como hasta ahora. Ha sucedido en bancos y cajas de ahorro, con las preferentes y con los desahucios, con gente buscando comida en los contenedores de basura. Ha ocurrido también en instituciones muy variadas, y con personas que antes representaban a grandes organizaciones de ámbito económico y social, algunos en la cárcel, y muchísimos más pendientes de lo que vaya a suceder con ellos mientras el desaliento en la calle es creciente al respecto, hablando de una justicia para ricos y otra para pobres.
Cuatro. Acabar con la corrupción. El propio Centro de Investigaciones Sociológicas, más conocido como CIS, coloca ya a la corrupción muy arriba en la lista de los problemas que más repudian los españoles. Hay que cortarla de raíz, en cualquiera de sus formas, porque la marca de un país se hace especialmente con la honradez de sus ciudadanos, máxime cuando estos son altos representantes o personalidades de ese Estado.
Cinco. Crear ilusión, generar confianza, cambio de discursos. Si algo hay que dejar atrás son los discursos y declaraciones que sobrepasan en mucho el pesimismo. Hemos vivido los doce meses del 2012 con miedo a todo, sin gastar un euro, pertrechados en nuestros domicilios para no tener que salir a la calle y gastar en cualquier cosa. De esta manera, se han ido al traste no pocos negocios autónomos y empresas, la hostelería en general, haciendo de las ciudades una foto fija con el cartel de “se vende” en riadas de calles. Acostumbrarse a lo que hay, no es solución para nada. Si alguna vez toca cambiar el chip, ahora es el momento. Porque cada uno de los deseos que relato, y otros muchos que no me entran en el artículo, son propiamente nuestros y nos corresponde vivirlos.