La crisis y quienes en mayor medida la han provocado, nos han creado a los españoles una mayor sed de justicia. Allá por el año 2007, los periódicos cargaban las tintas sobre las malas prácticas financieras, y sobre la necesidad de refundar el capitalismo sobre la base de un nuevo código internacional que vigilara conductas, transacciones y malversadores. Tantas declaraciones de intenciones fueron para nada, y han quedado en agua de borrajas, de tal manera que pronto nos dimos cuenta de que nuestra civilización ya tiene un dique de contención que frena los desmanes de la sociedad y que se llama justicia. Al principio de la crisis, y con la entrega de dinero público a bancos y aseguradoras, se puso ya de manifiesto que se habían producido un sinfín de malos comportamientos entre empresarios y ejecutivos, que querían seguir adelante con su rica y suntuosa vida, pero esta vez a costa del dinero aportado por todos. Con el aumento del paro y la crisis generalizada en todos los sectores, el aguante ciudadano explotó y los gobiernos no tuvieron más remedio que poner coto a tanto ladrón, y aún se han quedado muy cortos.
En España acabamos de asistir al encarcelamiento de Gerardo Díaz Ferrán, ex presidente de la gran patronal de empresarios, la CEOE, y la de un presunto timador dedicado a comprar grandes es empresas en quiebra (Viajes Marsans) para evitar pagar a acreedores y al fisco, llamado Ángel de Cabo. Ambos están en la cárcel, el primero con una fianza de 30 millones de euros, y el segundo de 50. Nunca antes se habían dado en nuestro país cifras semejantes, que no solamente ponen de manifiesto la gravedad de sus engaños, estafas y malversaciones, sino el compromiso de una justicia en sintonía con el hartazgo general de un país machacado por la crisis, con cerca de cinco millones de parados y cientos de miles de desahuciados que lo han perdido todo. Nunca es tarde si la dicha es buena, y el escarmiento de que no todo vale por encima de reglas y legalidad lo es. Es previsible que los encarcelamientos, que intentan también dejar claro de que no hay una justicia para ricos y otra para pobres, continúen. Y será bueno desde todos los puntos de vista porque, ganando la justicia, ganamos todos. Espero verlo para empezar a creer que, efectivamente, la justicia no hace distinciones.