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NAVIDADES SIN BLANCA

El último mazazo de este año a los españoles son unas Navidades sin dinero. Miraremos más los escaparates que hacer compras, porque todo el mundo comenta que el año próximo vienen peor dadas, y, el que puede, está haciendo hucha para intentar contrarrestar aquellos momentos del 2013 en que llega el seguro del coche, o la luz te da un calambre en forma de factura de 900 euros, que no es decir ninguna tontería, porque abundan. El horno no está para bollos en las fiestas blancas, con seis millones de parados, un montón de desahuciados, muchos trabajadores sin paga extra, y los jubilados sabiendo ya que su pensión se queda más congelada que el tiempo reinante. Si no hace mucho se produjo en televisión un minuto de oro dominguero en que había 37 millones de españoles viéndola, auguro buen futuro a películas y programas navideños en general, que serán igualmente vistos por la gran mayoría de población, que prefiera (para no gastar) quedarse en casa a ver la tele. Los conceptos: ¡podemos!, ¡vamos a salir adelante!, ¡confianza! o ¡ilusión! están tocados, como cuando juegas a los barcos. Desde que ensillas hasta que montas, España lleva ya cinco años largos de crisis, y los ciudadanos mostramos un hartazgo generalizado por tanto recorte, medidas impopulares que no terminan, y situaciones personales que se ven mermadas por la mala situación del trabajo y el dinero.

Para el anuario de las noticias sucedidas en 2012 habría que hacer varios tomos, uno de ellos dedicado solamente a lo financiero, con fotos de bancos y cajas de ahorros nacionalizadas. Son los causantes principales de pésima situación económica que vivimos, y las medidas han llegado tarde por la lentísima reacción del resto de Europa. La Unión Europea nunca antes había estado tan corta de reflejos como en las temporadas que llevamos a cuestas. No ceja de aprobar para su lado sur, donde estamos, restricciones que no se producen en Alemania, recayendo el peso de la crisis en unos pocos y avivando igualmente las protestas de que la solidaridad europea ha muerto. Estas Navidades pues van a ser blancas en muchos sentidos. Blanca, porque a nosotros nos queda un trecho largo para poder decir que hemos superado lo peor; blanca, porque el poder adquisitivo de los ciudadanos está muy menguado; y blanca porque, para volver a creer, los ciudadanos necesitamos una serie de estímulos que no se dan, ni parece que vayan a brotar tan pronto.

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