A tenor de los hechos y los últimos acontecimientos, España – la verdad – no parece pintar mucho dentro de Europa. En realidad, siempre ha sido así, pero el tiempo, mejor dicho, los malos tiempos, nos han terminado finalmente por poner en nuestro sitio, que no es otro que el vagón de cola del tren cuya locomotora conduce y capitanea Alemania primero, Alemania, segundo, y Alemania, tercero. Los demás países, incluida Francia, a lo que diga la que por tres veces he citado. La ama y señora de Berlín se permite inclusive asentir con la cabeza (como que va a obedecer) al mismísimo Obama, para luego hacer Merkel lo que más le conviene y le viene en gana. Pero Europa, que antaño fue para nuestro país fuente del maná, ha terminado por destrozarnos en forma de recortes en todo, un IVA exagerado, e incluso con pagas de Navidad eliminadas de raíz, que es tanto como decir que una parte de la población que trabaja no tendrá una Navidad ni Reyes normales. Es más, quiero asegurar que con estos recortes a los funcionarios, paganinis de una situación que no han provocado para nada (como los malos banqueros o constructores de ambición desmedida luego fugados), se les acaba de robar la Navidad, por decreto.
El Gobierno ha abusado hasta la extenuación, al igual que la Patronal de los empresarios, de las culpas que no tenían los empleados públicos. Ha quedado demostrado en las manifestaciones del pasado 19 de julio en más de 80 ciudades españolas, donde los descontentos que se echaron a la calle eran de toda clase y condición. Cualquier profesión, abundando los parados, llenaron las calles y plazas españolas: unos 30.000 en Santander, que es mucho decir; 400.000 en Barcelona, que siempre se lleva la palma, y más de 100.000 en Madrid. Es como para pensárselo, sin necesidad de hacerlo dos veces. El Gobierno tiene que preguntarse qué está pasando, empezando por dar un puñetazo en la mesa dentro del grupo de mando europeo. España no está siendo bien tratada por Bruselas, Alemania y el Banco Central Europeo. Decir lo contrario es mentir. Como decir que los españoles estamos contentos, sería como intentar convencer a estas alturas de la historia que la tierra es cuadrada en vez de redonda.