EN LA PIEL DEL COMUNICADOR
Si me hicieran el encargo de trasladar a la sociedad un mensaje comprensible de cómo y por qué se presta a un banco seriamente averiado 19.000 millones de euros, mientras se ajustan o recortan tantas partidas que afectan claramente a asuntos esenciales para los ciudadanos, no aceptaría el encargo. La piel de un experto en comunicación es como las demás; tiene las mismas sensibilidades que el resto aunque su trabajo sea la estrategia, incluso la idea genial para cada momento y circunstancia. No lo digo por justificar nada, pero esta crisis es tan revoltosa y peliaguda que para encauzarla tienes que cambiar inclusive la historia para salvar al gigante Goliat de la pedrada certera del pequeño David. Los españoles siempre hemos sangrado por la herida de la banca y la utilización de sus fondos, que en realidad son nuestros fondos, y con los 19.000 millones a Bankia, creo que hemos tocado fondo. Incluso después de la decisión del préstamo del Estado que somos todos, los nuevos gestores de la entidad siguen por el mismo camino dialéctico que siempre han conocido, que es darle al hecho grave y doloroso para los demás la menor importancia posible para que escampe pronto. Pero se equivocan de plano ante lo que es un vendaval que no puede disminuir mientras muchas personas se aprietan el cinturón hasta el dolor de barriga, hay más de cinco millones de parados, y más de un millón de familias no tienen recurso conocido para sustentarse en lo básico como es comer.
En un país donde se recorta de todo, donde los desahucios aumentan como una plaga, y muy pocos son los privilegiados para seguir con una vida normal de gasto y ocio, algo como esto no tiene respuesta alguna. El experto en comunicación no puede aceptar el trabajo, porque no hay por donde cogerlo. Si lo hiciera, tarde o temprano, de la profunda herida volvería a brotar sangre. ¡Ya, ya..!: es lo que había que hacer. O esto, o la ruina en cadena. ¡Por supuesto! Nuestra crisis, la mundial también, es ante todo financiera, de los bancos. Aún negando las respuestas, siempre quedará la pregunta del millón: ¿y qué pasa con los responsables que nos han llevado a esta situación? Una interrogante en la punta de la pirámide de la que brotan cientos de preguntas más, hasta acabar con la clásica: ¿por qué pagan los de siempre? Tampoco para esta tiene respuesta el experto en comunicación.