Crecemos a un ritmo vertiginoso y, menos saber cómo enderezar y poner en su sitio a los mercados y a sus usureros, todo lo demás tendemos a destruirlo. Y voy a casos concretos. El partido en la tierra siempre termina con semejantes resultados: Especuladores 3- Río Amazonas 0; Norteamérica y Europa 8- Iberoamérica y África 1. Y, así, suma y sigue. 7.000 millones de almas desiguales son demasiadas como para pedirle peras al olmo y desear mejores valores y sentimientos a los mortales hacia sus semejantes. La avaricia rompe el saco tanto en lo personal como en lo material y natural. En el mundo caben todas las culturas e ideas, pero no coinciden ni siquiera a la hora de cuidar la tierra que nos da de comer y el agua que nos sacia la sed. En el antiguo Oeste ya se mataban por la tierra, los pastos, el agua y la convivencia entre vacas y ovejas. Ahora te martillean los bancos, el paro o la bajada del sueldo. Me gustaría echarme a la cara a los enredas que meten miedo para sacar ellos más tajada. Al final, van a criar malvas como todos, pero viven a base de jorobar a los que tienen a su alrededor, sin importarles que tengan que comer de lo que rescatan de los contenedores de basura.
El mundo habría que reordenarlo para que más vivieran mejor. Hay que decirlo más veces porque sino nos olvidamos de lo que somos y para qué estamos aquí. Las generaciones futuras tienen la gran oportunidad de guiarse mejor de lo que lo hemos hecho nosotros. Que un humano sea humano con otro humano no es un juego de palabras, ni ser un idílico soñador. Las grandes ciudades son una muestra pésima de lo que planteo. Te encuentras a alguien tirado en medio de la acera y pasas de largo. «¡Estará bebido y durmiendo la mona!», si es que piensas algo. Resulta que cuando para un transeúnte y decide llamar al 112, es que le ha dado un infarto y, unos minutos más, y se va al otro barrio. Saber que hemos llegado a los 7.000 millones, y que al mismo tiempo cada vez nos deshumanizamos más, ciertamente, no es como para tirar cohetes. La juventud debería romper con las cadenas que nos aprisionan como seres humanos. Y lo digo porque tampoco conocía que la edad media entre tantos millones de hombres y mujeres es de 26 años. La evolución necesita de cambios sustanciales sobre todo con la tierra, y con dejar de matarla lentamente. Esa es la parte mala de una historia de crecimiento imparable de seres humanos. Saber vivir en armonía y equilibrio requiere de respeto. Respeto a otros y salvaguardar el entorno en que vivimos como si nos fuera en ello nuestra propia vida, como en realidad es.