Desde que se ha puesto en marcha la tarjeta monedero alimenticia, destinada a familias vulnerables, ha habido dos reacciones y una consecuencia: controversia, rechazo y, de ahí, fracaso. La iniciativa, con fondos europeos, pretendía generar mayor anonimato a los beneficiarios. Pero son los primeros en salir a la palestra para demandar que se pueda utilizar en más establecimientos a los poquitos concertados. Para que se hagan una idea de la situación, solo en Cantabria se ha acabado la partida económica