Publicado en el Diario Montañés el 20 de noviembre de 2011
La suerte y el destino siempre han ocupado la mente humana como los mejores sueños alcanzables. Existe una creencia generalizada de que si lo tienes todo, especialmente dinero, los problemas cotidianos se acabaron o son menos por el sólo hecho de no padecer estrecheces de esas con las que no llegas a final de mes con el sueldo actual. Quien más, quien menos, tiene su número de la suerte preferido, un santo que vela por él, o un amuleto milagrero que algún día cumplirá con su cometido de que te toque el premio gordo de aquello a lo que juegues. Soñar es gratis que se dice a pie de calle, y hay personas que no empiezan a funcionar en un día normal sin antes consultar lo que predice su horóscopo. Está cerca el Gordo de Navidad de la Lotería Nacional y el 22 de diciembre es uno de tantos días mágicos que nos motivan a imaginar que la suerte nos va a cambiar la vida. En fechas capicúas, unos creen en la suerte y otros en el final del mundo. Ya pasó con la llegada del nuevo milenio, del año 2000. No sabías si en Nochevieja debías brindar por la entrada en un nuevo siglo o por el final de lo que habíamos conocido en el anterior. El reciente 11 de noviembre de 2011, el 11 del 11 del 11, lo ha vuelto a poner de manifiesto. Para los más agoreros, se acababa todo, aunque los más optimistas hemos jugado más a las loterías por eso de la coincidencia de día, mes y año, que se da cada 100 años.Por cuestiones de la cultura maya, en 2012 volveremos a la carga con el acabose del mundo y todo eso de las catástrofes naturales terminales. Como si no tuviéramos ya suficientes problemas con los actuales como para inventarnos más, y seguir con el rollo del cataclismo final del que empezamos a hablar después del derrumbe de la central nuclear japonesa de Fukushima.
Creer en la suerte renta más que creer en el final de la existencia. Déjenme que les introduzca en este punto una idea ajena: «la suerte está en tu mente; si crees que tienes mala suerte, la tendrás; si crees que tienes buena suerte, eso mismo atraerás». En el 11-11-11, al final, no ha pasado nada: ni un meteorito gigante ha aplastado el planeta, ni tampoco una plaga alienígena ha exterminado a los pobladores de la tierra, dejando solo en pie la naturaleza para que otros habitantes planetarios aterricen aquí para utilizar nuestros recursos naturales que se han agotado donde vivían antes los marcianos. Vemos demasiadas películas y las de terror y futuro son las que más nos trastocan el sueño. Algún día viajaremos a la Luna, a Marte y a Júpiter, pero hoy las cosas siguen siendo como siempre las hemos conocido. Dentro de diez o veinte años el coche eléctrico convivirá con el de la gasolina, pero tendremos que seguir ganándonos la vida y, por supuesto, los boletos de lotería seguirán siendo el punto de partida de los sueños más comunes: vivir en la playa, mejor casa, mejor coche, viajar por el mundo, no pegar un palo al agua, o dedicarte a la vida contemplativa sin ni siquiera estar al tanto de las noticias de actualidad no te vayan a amargar el tranquilo y soleado día. La vida es más, no tengan duda. Con ese poco de suerte que todos necesitamos en lo que hacemos y bien rodeados de familia y amigos de verdad, con salud, cualquier jornada discurre por un buen camino.
Los más ricos son los que están contentos con lo que son y con lo que tienen. No conozco a muchos, pero no cejo en el intento de nuevas amistades como estas que me enseñen cómo se consigue ser así. Nos educan en llegar lejos, en ser fuertes, duros, en estar arriba, en mandar y tener poder, y en que no te vean con la cabeza baja no vaya a ser que des la sensación de debilidad. ¡Menudo puñado de tonterías e imbecilidades! Algunos de los educados así son los que han hecho de esta crisis un sufrimiento para gente buena, que se conforma con un trabajo y un sueldo digno. Los malos agoreros tendrían que vivir todos juntos en una misma isla, para dejarnos en paz a los demás. Antes de que se acabe (como dicen ellos), el mundo tiene muchas soluciones.

Lo hemos hecho francamente mal en aspectos claves. Está la naturaleza, lo más importe; está el exterminio imparable de otros seres vivos; y están ahora los mercados que devoran puestos de trabajo y a trabajadores que no merecen tanto engaño y voracidad de unos personajes tenebrosos que se lucran del miedo ajeno. Llegaría a lo del miedo y el temor. No, señoras y señores, ¿miedo o miedos a qué o a quién? Ni al 11 del 11 del 11, ni al 2012, ni a lo que se les ocurran en el futuro a cuatro pirados y desgraciados que luego no tienen siquiera el coraje de pedir perdón por tanta tontería que antes vaticinaron. Una vida de sueños y de anhelo de todo tipo de suertes no tiene comparación con panoramas oscuros. El 11-11-11 yo también portaba los boletos que me llevarían a tantos sueños y viajes de ensueño. Así me he hecho, y así voy a seguir. Si la tienes tú es mejor, pero desearle suerte al prójimo en todo aquello que emprenda es un signo de convivencia que, aunque escaso, nunca morirá.