No pasa de este otoño en que vemos por la tele a diferentes familias en paro para enseñarnos (no sin enredos televisivos para darle más morbo) cómo se lo montan con 400 euros al mes para comer y pagar las facturas restantes, eso suponiendo que tengan casa. El Gobierno se ha hecho un planteamiento equivocado con los desempleados de larga duración, impulsado por la creencia generalizada de que cada cosa que le pasa a una persona es su culpa, y algo habrá hecho mal para llegar a situaciones extremas. Actuar así es la antítesis del estado del bienestar, que en sus logros más importantes antepone el sustento de los trabajadores y la salud a casi todo lo demás, sin dejar la educación arrinconada, porque importa y mucho. Cuando escribo esto, el ejecutivo de Madrid está dándole vueltas a prolongar la prestación de 400 € a quien ya no sabe ni por asomo qué es un empleo, porque no hay. Nuestro país ha sido siempre cruel también a la hora de relacionar trabajo y edad. El trato demuestra que lo primero que importa en las entrevistas de trabajo es la edad que tienes, y cuando ya has sobrepasado los cuarenta y pocos es como si no existieras para el mercado laboral, excepción de trabajos que no quiera hacer nadie, que no es tampoco el caso de ahora.
Se están recortando muchas cosas y de muchas partidas presupuestarias. A quienes se les quita por ejemplo su paga extra de Navidad, tiene todo el derecho a saber dónde va ese dinero. Sinceramente, si va para pagar prestaciones al desempleo de compatriotas, lo entiendo y creo que es entendible para muchas más personas. Eso si se explica de antemano. Suprimir 400 euros al mes que te dan lo justo para nada es un pedazo de injustica como pocas. Con ese dinero, tienes que sacar todo lo demás para vivir de la caridad de las organizaciones sociales, y sólo es un 4, un 0 y otro más, que equivale a una migaja de dignidad. Por lo tanto: que se dejen ya de más historias, y restituyan y mantengan esta pequeña prestación que no vale para hacer sentir a nadie que está protegido, pero sí al menos para coger un autobús e ir de punta a cabo de la ciudad a ver si alguien se digna darte un trabajo de lo que sea.