Publicado el 24 de Mayo de 2010 en el Diario Montañés
El anuncio de Zapatero de rebajar el sueldo de los funcionarios, congelar las pensiones, recortar el gasto en dependencia o eliminar el cheque-bebé, no ha dejado indiferente a nadie. No serán las últimas medidas que se tomen por las fuertes exigencias que la Unión Europea (más Estados Unidos) han reclamado principalmente a España, Irlanda y Portugal, antes de que se contagien los que de verdad tiran de la locomotora europea como son Alemania y Francia. Con lo de rebajar el sueldo a los funcionarios, son mayoritarios los ciudadanos que no lo ven mal, pero aún son más los que ven peor dejar a nuestros mayores congelados, mientras la vida se encarece cada día más. Lo de los pensionistas en nuestro país va por barrios, y son un ejército los que cobran poco más de quinientos euros. Puestos a tapar este gran agujero económico llamado déficit, habría que haber empezado por los pensionistas que cobran el máximo a quienes esta asignación mensual del Estado sólo hace que incrementar su boyante situación personal. Cuanto más dinero tienes en España, mejor te tratan dentro del sistema general de asistencias para el bienestar. Sé que soy un idílico. Pero es que cuando de un plumazo se cuestiona tanto, al tiempo que se pide que todos hagamos un esfuerzo común y urgente, hay que tener miras amplias hacia muchos más sectores sociales y hacer así que estas buenas intenciones se cumplan. Muchos sectores de nuestro país están excesivamente estancados en las ayudas y subvenciones. Mientras había dinero, esta puerta de penetración a las arcas públicas podía estar abierta pero, ahora, hay que cerrarla. Los ciudadanos, y los afectados directamente más (ha tocado a los pensionistas, personas dependientes y funcionarios), vamos a observar con lupa todo lo irresponsable que se haga a partir de estos momentos, en decisiones que lo mismo va a dar que tengan un corte político, cultural, económico o social. Se ha venido hablando mucho de remar todos juntos, pero en este barco aún falta la mitad de la tripulación y hay remos no asignados.
Durante estos días se habla mucho de las grandes fortunas, de la banca, las multinacionales, y los sueldos de los ejecutivos españoles. De todos ellos voy a hablar un poquito, empezando por estos últimos, los ejecutivos. No es de recibo que los sueldos y las maneras de hacer y trabajar de los ejecutivo no vayan a sufrir una transformación en la medida de la rebaja, por ejemplo, a nuestros pensionistas y ciudadanos dependientes, que son los que más nos tendrían que preocupar. Como empleado público, acepto que me bajen el sueldo para ayudar a mi país que es lo mismo que decir ayudarnos entre todos. Pero quiero un esfuerzo más amplio y generoso, empezando por los ejecutivos, y los convenios colectivos en determinadas empresas de nuestro país que encierran sueldos, primas e indemnizaciones millonarias que dejan pasmado al más pasota de los mortales. Alguien que trabaja en una entidad financiera de carácter público, no se puede ir a casa recibiendo como indemnización un millón de euros. En la banca privada, tienes que pechar con una jubilación que sobrepasa los 70 millones de euros, aunque la cuestión no es menos susceptible de pensar si nos hemos vuelto definitivamente locos. Cuando empezó esta dramática crisis, y en Estados Unidos y algunos países de Europa se daba dinero a fondo perdido a determinadas empresas de la banca y los seguros, algunos de sus ejecutivos seguían con su vida de lujo y despilfarro, como si nada. Que lo hagan con su dinero (cosa que tampoco está bien vista de repente), pero no con el de todos los demás. A la banca española, sí le reconozco un esfuerzo. Se ha hablado y se habla mucho de que no han puesto todo el dinero necesario para dar créditos a empresas y ciudadanos, pero eso no quiere decir que no hayan contribuido a la estabilidad económica de este país en los últimos dos años en temas que aún no son confesables. Este hecho tampoco significa por sí sólo que no puedan hacer más, como poner todo su empeño en desprenderse de muchas de las ovejas negras que aún coexisten dentro del sistema financiero español, y que, como en Europa, ponen en riesgo a los demás.
Hablando de patriotismo, durante estos días se comenta que no se puede tocar a las grandes fortunas agrupadas en algo que se llama las SICAV (Sociedad de Inversión de Capital Variable), por el temor a que se lleven el dinero a otros países. ¿A cuáles se lo van a llevar si en un mundo global, esta es una crisis también global? Lo malo es recalar de nuevo en el hecho de que no se está cumpliendo en absoluto con algo decisivo que se dijo al inicio de esta crisis: hay que acabar con los paraísos fiscales, los países que impulsan esta inmunidad económica e incluso la banca opaca que permite la entrada por sus puertas de grandes maletas de dinero sin preguntar su procedencia. Sigue siendo la gran asignatura pendiente mundial, antes de recortar a los que menos tienen, cuyos problemas sólo acaban de empezar. Personalmente, si he de contribuir con una bajada de mi sueldo al equilibro de las cuentas de mi país, lo hago, me aguanto y punto. Creer es poder. Sólo tengo un pero muy grande que objetar: veremos en los próximos cinco años quien habrá aportado su esfuerzo personal para devolver a España a la senda de una situación económica de privilegio. Espero anhelante que otros muchos sectores, además de los pensionistas, dependientes y funcionarios, se vayan sumando a este esfuerzo común de todos a favor de nuestro bienestar. Es momento de que demos ejemplo con hechos reales. Y quien más pueda, debería dar también un paso adelante, sin esperar a que se produzcan nuevas medidas restrictivas que toquen esta vez un aspecto tan sagrado para los españoles como es nuestra sanidad. Antes, más sueldos esperan una bajada.