Catástrofe nuclear, máximo peligro, tensión al límite, miedo nuclear, pánico incluso, pero llamarlo apocalipsis. El término ha salido de la boca del olcomisario europeo de energía, un alemán, que debiera de saber por experiencia propia de su país lo que son las centrales nucleares, su seguridad, y abortar a tiempo los accidentes para que no volver a cometer los errores de Chernobil, en la antigua Unión Soviética. En Japón, lo que ha ocurrido, primero el terremoto y luego el tsunami, es tan terrible… Es tan terrible lo de la central nuclear de Fukusima, que aquel Gobierno está completamente desbordado incluso a la hora de decir la verdad. Las certezas sobre la nuclear de Fukushima se han plasmado más y mejor fuera de Japón que dentro, pero de ahí a hablar de Apocalipsis -que es como el fin de todo, va un trecho muy grande.
La política y el periodismo exagerados quedan tocados con expresiones tan apocalípticas. Hasta que lo expresó así este comisario europeo, no era conocido, hoy ya sí. ¿Ha dicho semejante barbaridad sólo por esto, para que se le conozca? Tremendo, yo digo, tremendo. El mundo está hoy completamente desorientado. Por la crisis, porque no se vislumbra recuperación, por las revoluciones que muestras los descontentos del hambre y lo mucho que separa, cada vez más, a los países ricos de los pobres y, por extensión, a las personas ricas de las pobres de solemnidad. Y en esto llegan las catástrofes naturales, que para Japón es un mazazo descomunal. Aquí sí que está bien empleado el término. Descomunal porque la cifra final de muertos va a ser tremenda, terrible. Descomunal porque la catástrofe ha barrido del mapa una parte del país nipón. Todo esto es lo primero que hay que resaltar, y añadir lo de la nuclear de Fukushima, que es delicadísimo. Japón, desbordado, Europa, parlanchina, y sobre Fukushma planea al parecer un apocalipsis. Como si lo que ha pasado en Japón, con miles de muertos y desaparecidos, fuera tema menor.