De desastre en desastre ambiental
Pese a ser 11 de marzo, y conmemorarse el cuarto aniversario del gran desastre nuclear, la tele sigue dedicando más tiempo al ascenso de Podemos, que a la verdad de lo que ocurrió con la explosión nuclear en la central japonesa de Fukushima. Estamos vivos para contarlo, ¡de milagro! No hemos aprendido para nada la lección. Y seguimos como siempre, que es lo mismo que asegurar que cada día jodemos un poco más este maravilloso planeta. Soy un conservacionista convencido de que la mayor tara con la que nacemos y crecemos es agredir sistemáticamente todo lo que nos rodea en forma de naturaleza. Decimos amar la tierra. ¡Falso! Aseguramos querer proteger los mares. ¡¡Bola! Y prometemos conservar intactos valles y cordilleras. ¡Trola! Es todo mentira. Vamos de desastre en desastre nuclear sin legar una lección definitiva a los que vienen detrás, y sin cumplir la promesa falsa continuada que se hace de que legaremos un planeta bien conservado a las generaciones venideras.
Que lo digan ya: no interesa cuidar el medio ambiente, porque prevalecen los intereses energéticos de una población tan sumamente grande que imposibilita no pisotear terriblemente el suelo que nos da de comer, de hecho,
nos da la vida. Fukushima, hace cuatro años, estuvo a punto de reventarlo todo. Hubo alguien con mando en plaza que aseguró que habíamos llegado al Apocalipsis. Nada más se supo de él aunque quedó su mensaje. El mensaje puede llegar a suponer mucho como legado. El que venimos ofreciendo sobre clima, mares, tierra, ecosistema y medio ambiente en general, no puede ser peor. Tiene que ocurrir algo más bestia aún que lo de Chernóbil o Fukushima para cambiar drásticamente. Es una pena, pero es así. Sólo entonces conoceremos un nuevo orden en relación con no agredir todo lo que se pone a nuestro alcance, sea el aire, los bosques, el Amazonas o los tigres, elefantes, rinocerontes y ballenas. El término extinción de flora y fauna copa hoy toda la actualidad, aunque las teles en sus espacios sobre el Tiempo ofrezcan las bonitas fotos que mandan los espectadores sobre los respectivos sitios donde viven y sale el sol. También embuste.
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