Hay lógicos nervios y cabreo en Cantabria ante lo que va a pasar con muchos chiringuitos hosteleros y tradicionales en nuestra historia, que ahora tienen una amenaza absurda de demolición. Primeramente han sido marcados con una cruz los chiringuitos de El Puntal, que no saben si levantarán la persiana el próximo verano. Ahora, es el viejo Club Naútico La Horadada de La Magdalena, donde gentes de toda clase y condición tienen un apoyo para practicar el piraguismo y otros deportes en la Bahía de Santander, tan bella, tan hermosa, pero que parece que la quieran dejar para entrada y salida de buques mercantes, y a los ciudadanos, con sus disfrutes y aficiones, ¡que les den..!
Hace no mucho tiempo estuve en Andalucía. Allí me topé con el debate de sus chiringuitos playeros, asunto intocable para los andaluces, tanto que en la mayoría de los casos se ha llegado a una solución para no tirar viejos chiringuitos que han venido funcionado desde siempre, y que dan de comer a miles de familias. Estoy de acuerdo en un punto y final, y que a partitr de una ley, la protección de los arenales y la costa sea total para que no se levante ningún tipo de vivienda o instalación, ¿pero qué pasa con todo lo que venía funcionando desde hace tantos años? Las diferentes Administraciones están obligadas a llegar a un acuerdo y a un arreglo porque son muchos los afectados. No sólo hablamos de El Puntal o La Horadada. En Cantabria miles de industrias se pueden ver afectadas en poco tiempo por nuevas normas, y no está el trabajo y el empleo como para tirar naves cercanas a unos acantilados, dentro de las cuales se trabaja y se mantiene el sustento de no pocas familias.