Es verdad que el pueblo quiere verdades

En Facebook, Twitter y la televisión se escuchan las principales voces contra una crisis y sus culpables, que no termina de irse a la freír espárragos. La remontada económica y social será creíble cuando en estos mismos medios de comunicación se relaten historias de mayores que se reenganchan al mercado laboral, de jóvenes que encuentran su primer trabajo (y estable), y que los desahucios se convierten en poco más que en una noticia anecdótica. El poder está hoy demasiado observado por los problemas de las familias. No es obligación creer algo que se difunde por un medio de comunicación, y que en contraste con lo que mal que se vive en muchos barrios de las periferias resulta que no es verdad.

La palabra verdad es citada mucho a lo largo de un día cualquiera, pero pocas veces nos paramos a pensar en que significa la conformidad entre lo que una persona manifiesta y lo que ha experimentado, piensa o siente. El quid de la cuestión queda totalmente aclarado con esta visión de la verdad. La frase más célebre sobre la verdad aparece en la Biblia, cuando la vincula a la libertad. Cuando alguien no encuentra la verdad, aunque sea su verdad, el mundo se pone patas arriba, y nos sentimos encadenados, más de mente que de cuerpo..

Puede que las agujas del reloj del sistema vigente sigan corriendo, pero hay muchas cuestiones que conviene ajustar por el bien común. El trabajo, el esfuerzo, los valores, la corrupción, la justicia, el compromiso, la credibilidad y la reputación, o pagar todos a Hacienda en su justa medida. Cada una son razones más que suficientes para pasar página de esta pesadilla colectivca. Se puede llamar como se quiera: regeneración, cambios, modernizarse o ensamblar mejor todas las piezas de la democracia, pero hágase. Lo actual que ha servido razonablemente bien a unas generaciones, no sirve igual para las que empujan fuerte. Todos los países se ven en estas, y la historia demuestra que nada es imposible desde la voluntad de la paz, el diálogo y la concordia. No es sólo España la que se refleja en este feo escaparate, también es el resto del mundo. Verdad es que peor lo tienen quienes peores están. Por eso el ejemplo debe venir de los que siempre se han autodefinido como sociedades avanzadas, democráticas y justas. Ahora se hace difícil hablar en estos términos, y se pone mucho de manifiesto en las televisiones y, de manera especial, en todo el espectro de Internet. La crisis hay que aprovecharla para no volver a caer en el gran error de tener que padecerla. Sólo hay que ver lo sucedido con millones de damnificados que lo han perdido todo para que no sea posible un punto y seguido y sí se espere un punto y aparte, con todas las verdades necesarias.

 

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