

Que reventara la central nuclear japonesa de Fukusima no fue el Apocalipsis que vaticinó aquel comisario europeo de energía apellidado Oettinger, pero casi. Albergo como defecto irrenunciable que me importan los demás, aunque no les conozca. Aquel desastre nuclear tiene a cincuenta mil japoneses desplazados, sin techo fijo, y cientos de personas se suicidan de la forma más horrible, porque no pueden aguantar un segundo más su existencia alterada radicalmente por la radiactividad. Lo han perdido todo, pasado y futuro